Carta a Mafalda

miguelitoCarta a Mafalda

 

Querida Mafalda:

En esta tarde de invierno me acordé de tu  aniversario... ¡Cómo pasa el tiempo!

Nacimos en el corazón de una Argentina que  soñaba.  ¡Cuántas utopías! ¡Cuántos deseos de crecer, de mejorar las cosas!  Nos tocó convivir con un tiempo de hombres creativos: Luther King, Che Guevara,  Juan XXIII, John Kennedy; nos trasmitieron el sentido de la justicia,  el  valor de los sentimientos, la maravillosa aventura de pensar con la propia  cabeza...

Ayer me preguntaba por nuestra amiga Libertad, aquella  pequeñita
que un día encontraste en una playa del país; no me acuerdo si era Santa Teresita o Mar del Tuyu. Me acuerdo todavía cuando la presentaste a tus padres... Era vivaracha y quemadita por  el sol de febrero.  ¿Dónde vive Libertad? ¿Es verdad que la mataron durante la dictadura?  Dicen que la torturaron y su cuerpo desapareció en el Río de  la Plata... Me cuesta pensar que se murieron sus sueños. ¿Y si vive?  ¿Estará filosofando sobre la fragilidad de las cosas y el sentido de la  vida?

¿Y qué fue de Susanita? ¿Se casó? ¿Pudo realizar su vocación de ser madre? La imagino viviendo en alguna ciudad de la provincia, paseando del brazo  del marido (un hombre bajo y calvo) en una tarde de verano, contenta con sus  hijos y cuidando el primer nieto, realizada como tantas comunes mujeres  argentinas...

Supe de Manolito, que perdió sus ahorros durante el  corralito y no soportó tanta crisis.  Los últimos días lo vieron cabizbajo, murmurando palabras incoherentes, abandonado como un mendigo en la estación Retiro, triste y abatido como tantos argentinos... 

Sé que Felipe  vive en La Habana, que probó con el cine, que tiene un taxi y que habla a  los turistas de Fidel y de la revolución con el mismo entusiasmo de cuando vivía  en Buenos Aires...

A Guille, tu hermano, lo escuché tocar, hace poco, en  la Scala de Milano. Vive en Ginebra. Nunca se arrepiente de haber emigrado  en los últimos años de Alfonsín; me contó que es feliz con su nueva pareja.

Y vos, querida amiga, ¿como estás? Hace tanto tiempo que no  tengo noticias tuyas. Sé, por otros, que seguís escuchando la radio, que lees los diarios del mundo, que te duele el Irak como te dolía Vietnam; sé que  trabajas para la FAO por los pueblos del hambre; que estás indignada por la  prepotencia de Bush. Me llegó tu pedido para juntar medicinas para los Médicos Sin Fronteras. Sé que siguen las reuniones en tu casa de París, que estás  confundida, inquieta y preocupada por el futuro del mundo.

En fin, Mafalda, sé lo suficiente como para saber que seguís viva, viva en el alma, niña  como siempre...

De parte mía, sigo escribiendo siempre, renegando porque me falta tiempo; creyendo, como siempre, en el valor de la sinceridad, perdiendo  oportunidades por manifestar mis ideas. Algunos días estoy triste y deprimido,  pero puede siempre más la alegría que la tristeza.

El mundo no mejoró mucho  de cuando vivíamos en nuestra Argentina. A veces, cuando miro el globo  terráqueo, encuentro tu mirada, pienso en todos aquellos que lo miran como vos,  en los ojos de los que protestan, de los que no se conforman, y los que viven en la atmósfera del optimismo y de la justicia.

Esos ojos, junto a los míos,  te desean un buen día, querida amiga, por otros cuarenta años tan intensos y  jóvenes como los que has vivido.

Un beso grande de tu amigo que te quiere  como siempre.

Miguelito.



 

Olman Martínez

Director de la Universidad de las Ventas.